Juan Miguel Gil, socio fundador de CEL-RAS, deja una reflexión que conviene retomar dentro de las políticas de regeneración urbana.

Estas navidades he tenido la oportunidad de hacer el intento de ir de compras mientras paseaba y disfrutaba de la ciudad, primero en un barrio y en una calle a la que solía adquirir artículos. Y lo que he encontrado son lugares vacíos, sin comercios y sin luces navideñas. Sólo se podía leer “se alquila” o “se vende”. Al final, he tenido que recurrir a las zonas céntricas plagadas de supermarcas o acabar en el centro comercial, que se ha convertido en lo que eran las antiguas plazas o lugares de reunión social que, paradójicamente, donde hoy nadie se habla porque todos andamos como zombis mirando el móvil. Algo está cambiando lógicamente, las ventas on-line han destruido el pequeño comercio y está dejando un panorama triste en muchos barrios. Habrá que modificar las ordenanzas municipales para que, al menos, se puedan adaptar los locales a viviendas y darles cabida en un mercado residencial.

La virtud de los ensanches urbanos propició a las ciudades del siglo XX unos barrios que tenían vida propia, en el que se mezclaba el uso residencial, los comercios, los servicios, el tránsito, los parques y otros equipamientos urbanos. Estos lugares propiciaban las relaciones sociales. Si este modelo está agotado porque no se puede circular con coche porque contamina, se puede trabajar en casa, las compras te llegan a casa sin moverte del sofá y puedes hablar con tus padres por Skype, vale. Pero que a estas alturas TELEFÓNICA esté vendiendo su tecnología en el desarrollo de Smart Cities y Elon Musk ha dado su visión urbana bajo tierra para que todos terminemos comprando sus coches, es un despropósito. De siempre es sabido que la presión de los sectores de interés ha intentado influir en la gestión pública, pero esto ya me parece muy descarado: diseñar el mundo a tu medida para encajar tu producto, ¡Que alguien pare a esta gente por favor!. Esto no deja de ser una forma de intrusismo profesional que puede degenerar en lugares in-vivibles en favor de sus acciones en bolsa.

Desmond Morris en el libro “El Zoo Humano“, dice: “El moderno animal humano no vive ya en las condiciones naturales de su especie. Atrapado, no por un cazador al servicio de un zoo, sino por su propia inteligencia, se ha instalado en una vasta y agitada casa de fieras, donde, a causa de la tensión, se halla en constante peligro de enloquecer. La comparación que debemos hacer no es entre el habitante de la ciudad y el animal salvaje, sino entre el habitante de la ciudad y el animal cautivo”. Para este autor, las condiciones para los humanos en una ciudad son similares a las de un zoo para un animal.

Siempre he tratado seguir a gente a la que considero intelectualmente referente en materia de urbanismo para construir nuestro HÁBITAT, como a los arquitectos-urbanistas José Fariña, José Maria Ezquiaga y Andrés Martínez, al economista-urbano Josep Sorribes o al sociólogo Manuel Castells, entre otros nombres que no caben aquí. Hacer urbanismo es muy complejo y el comportamiento de la sociedad muy simple, pero tenemos la capacidad de hacer posible lo imposible.